viernes, 22 de julio de 2011

Poner límites o informar de los límites

2.- El texto Poner límites o informar de los límites (noviembre 2005) suscitó la
clásica pregunta de ¿y los ‘deseos’ de las niños de pegar y de hacer daño a las demás?
¿No hay que poner límites a estos deseos? ¿No hay que poner límites al ‘deseo’ de
imponer los propios ‘deseos’ sobre los ‘deseos’ de los demás, incluso por la fuerza etc.
El debate que subayace a esta cuestión es el sempiterno tema de si las criaturas nacen
buenas o si por su propia naturaleza albergan pulsiones malévolas, algún tipo de tánatos
innato etc. Mi reflexión parte de una firme convicción en la bondad innata de la
criatura humana; así que lo digo de entrada para que los que no partan de este supuesto,
no se molesten en seguir leyendo; porque si las criaturas son ‘malas’ por naturaleza,
toda la represión y todos los límites estarían efectivamente justificados.
Si partimos o no de la bondad innata de las criaturas, va a condicionar el análisis y la
actitud que adoptaremos cuando nos encontramos en esta sociedad con niñ@s
violent@s y tiran@s.
En primer lugar, nunca diremos que l@s niñ@s tienen ‘deseos violentos’, sino que
diferenciaremos la violencia de los deseos.
La violencia es una reacción secundaria. Emerge primero como autodefensa, y luego
pasa a ser ofensiva para imponerse en las relaciones sociales competitivas. La rabia y
el enfado generan ante todo in-dignación, rebeldía y defensa de la propia integridad; y
no necesariamente están acompañadas de impulsos ofensivos. También es importante
saber ver la violencia defensiva de la ofensiva.
La violencia se produce en un estado psicosomático especial y diferente al estado
psicosomático normal, del que emergen los deseos. Y a pulsiones que salen de estados
psicosomáticos antagónicos no se las puede llamar con la misma palabra. El deseo sale
del estado llamado ‘grow mode’ por Bergman, que es incompatible fisiológica y
anímicamente con el estado de alerta y de defensa, llamado ‘survival mode’, del que
salen las pulsiones agresivas y violentas. Son dos sistemas neuro-endocrinosmusculares,
no sólo diferentes sino incompatibles, y que se desencadenan con impulsos
diferentes.
Estos sistemas diferentes se activan según el entorno del niño o de la niña, si está en un
entorno hostil o en un entorno amoroso, en el que hay empatía.
Cuando hay amor, funcionan los deseos; cuando hay competencia, las imposiciones (las
relaciones de dominación). Por lo tanto, los deseos no se imponen, se dejan salir, se
dan; lo que se impone es otra cosa, el afán de dominación, de ser superior, de estar por
encima, de ganar, en definitiva, de Poder relativo, que es lo que funciona en la
competencia.
Entonces hay una gran confusión entre los deseos primarios y las pulsiones violentas,
una confusión que se explica porque la educación no está centrada en la expansión de
los deseos primarios sino en la adaptación a la violencia normalizada de la
competitividad social: las normas y los límites de la violencia, el mínimo de autoestima
para sobrevivir en la competitividad, etc..
Esta confusión se debe a que damos (incluída la pedagogía) por buenos los niveles
normalizados de la violencia competitiva: las notas, los premios, los puestos, las
medallas, son baremos que miden la competitividad; y se inculca que ganar es lo bueno,
es decir que lo bueno es que pierda el de al lado, y yo tengo que estar content@ de que
pierda el de al lado, lo que equivale a la congelación de la empatía y de los sentimientos
de fraternidad. No hay ‘sana’ competencia: competir es querer ganar y –aunque no se
diga- vejar al de al lado, y ser psico-afectivamente indiferente a su malestar. El sistema
de enseñanza incluye la aceptación de una determinada violencia, y la pedagogía enseña
sus normas y sus límites. Los límites de la violencia, de la vejación, del ponerse por
encima del otr@, no de los deseos.
El modo de actuar ante la violencia de l@s niñ@s, cuando creemos que hay una maldad
intrínseca, es reprimir y poner límites a las manifestaciones de violencia. En cambio el
modo de actuar si creemos que la violencia es una respuesta al entorno competitivo y en
circunstancias determinadas, se centra en restablecer un entorno no competitivo sino
complaciente, un estado de bienestar, y en desarrollar las cualidades primarias que son
antagónicas con la violencia, tienen un nivel de tolerancia cero con la violencia, y hacen
bajar hasta los suelos el listón de la violencia de la ‘sana’ competencia. Claro que
también intervenimos para evitar que nadie haga daño a nadie, pero del mismo modo
que nos tiramos a la piscina para sacar a un niñ@ que se ha caído y que no sabe nadar,
sin decirle que es mal@, etc.
Los limites de la violencia no están en si es física o psicológica. La violencia
psicológica puede hundir a la gente tanto como las balas (y si no ahí están las
operaciones psicológicas de los mobbings de alto nivel, los coaching para aguantarlos,
los suicidios infantiles, etc.)
La maldad innata de los seres humanos se suele acompañar con una visión de que el
entorno es inexorablemente hostil y entonces hay que luchar y pelear para sobrevivir.
Pero biológicamente los seres humanos estamos hechos para vivir una realidad interior
y exterior sin conflicto, en armonía; tenemos previstos los sistemas necesarios –el
sistema libidinal- para que sea así. Y si la especie humana, o cualquier otra, ha
prevalecido en la biosfera, ha sido porque ha habido ese acoplamiento armónico del
ecosistema interno y externo. Es nuestra civilización la que rompe la armonía prevista y
congela el sistema libidinal, la con-fusión con la carne de mi carne, y transmuta las
relaciones de mutua complacencia en relaciones de dominio y sumisión, lo cual es
psicosomáticamente muy patológico y fuente demostrada de todo tipo de reacciones de
autodefensa y de violencia.
No hay entonces espacios intermedios entre nuestra realidad interior y exterior que
están inexorablemente en conflicto, sobre los que negociar; lo que está en conflicto es
la vida en este caso, de l@s niñ@s, y el modelo de familia autoritaria y de sociedad; y
lo que hay son grietas por donde se filtra la libido y se restablece a ratos y en parte la
relación armónica original: la relación de complacencia. Si hacemos caso a Christiane
Rochefort y rendimos el Poder a nuestr@s hij@s, podemos abrir más fisuras y hacerlas
más grandes.
…..
Invito a la gente que piensa que l@s niñ@s ‘desean’ imponerse o hacer daño a l@s
demás’, y que son un@s tiran@s, que se hiciera las siguientes PREGUNTAS :
1) ¿Por qué nadie se pregunta o se fija en l@s niñ@s (que también existen) que no
han manifestado nunca el tipo de ‘deseos’ de hacer daño a l@s demás?
2) ¿Por qué nadie se pregunta o se fija en que l@s niñ@s, cuando están en un
ambiente relajado y de confianza no manifiestan nada parecido a esos ‘deseos’,
y en cambio sí lo hacen cuando pasan a ambientes de tensión competitiva o
autoritaria?
3) ¿Por qué nadie se pregunta o se fija en lo mal que lo pasan l@s niñ@s, cuando
pasan de uno a otro ambiente sin tener desarrollada la suficiente capacidad de
competir?
4) ¿Por qué nadie se fija en los trucos que se buscan l@s niñ@s para huir de la
competitividad y de la lucha?
5) ¿Por qué se llaman ‘asociales’ o ‘poco sociables’ a l@s niñ@s que no han
desarrollado las aptitudes para competir y no soportan los niveles de
competitividad en los que se les obliga a vivir, añadiendo vejación sobre la
vejación (o llevándoles al psicólogo para que les den un empujoncito a su débil
autoestima, o sea, a su débil capacidad competitiva)?
6) ¿Por qué l@s adult@s no intervienen en estas situaciones contradictorias para
defender de manera consecuente el desarrollo de los deseos primarios; por qué
se interviene justificando la competitividad normalizada?
7) ¿Por qué transmitimos las creencias fratricidas y dominadoras? Y si la
respuesta es ‘por adaptación, porque el mundo es así’, entonces: ¿Por qué no lo
decimos explícitamente en lugar de disimularlas para que pasen desapercibidas?
La Mimosa, noviembre 2008

LOS LIMITES Y LA COMPLACENCIA

La cuestión de la educación por la vía de la complacencia, ha suscitado alguna
pregunta, lo cual resulta sorprendente dado que, al menos directamente, apenas nadie
debate ni rebate nada de lo que digo. En este escrito trato de recoger las cuestiones
suscitadas en dos ocasiones, y que de algún modo nos empujan a profundizar en la
cuestión.
1.- Recientemente me han preguntado si era verdad en términos absolutos una
afirmación que hice de que nunca había recibido una orden ni de mi madre ni de mi
padre, pues parece que una cosa así es difícil de creer en el mundo en el que vivimos; y
sin embargo tengo que decir que sí, que es absolutamente cierto, en términos absolutos.
La verdad simple y sencilla es que amar es complacer al ser amado, y si yo deseo
complacer los deseos de los seres que amo, y si los seres que me aman desean
complacer mis deseos, las órdenes carecen de sentido. El sistema libidinal es el sistema
de relación humano normal, que para eso existe. Las órdenes y la obediencia
pertenecen a un sistema jerárquico artificial.
Complacer a los seres queridos es una cualidad del amor, una cualidad humana; no
es cosa exclusiva de las madres-marujas que no tienen nada mejor a lo que dedicarse.
Decirlo tendría que resultar casi tautológico, sino fuera por el magma dogmático que
impide ver lo evidente.
Cuando ocurre que unos y otros deseos son incompatibles (yo quiero ir al cine y tú
quieres ir al fútbol, por ejemplo), se hablan las cosas para tomar una decisión, pero
fijémonos que los argumentos que cada cual emplea en general son para favorecer el
cumplimiento del deseo del otr@. Entre seres que se quieren no se resuelven las cosas
con la imposición de la voluntad de un@ sobre la del otr@, las dificultades transcurren
por otro camino.
Y ello es así por la cualidad de la libido, que hace que la felicidad o el bienestar del
ser amado sea mi felicidad y mi bienestar: en ello consiste la relación amorosa, que no
tiene nada de mágico ni de espiritual, como lo prueba la producción de endorfinas y de
las hormonas del estado amoroso; y como lo prueba también la propia sensación y
percepción corporal de ese estado amoroso, lo que sentimos, y cómo se fija lo que
sentimos, los sentimientos. Los sentimientos que fijan, hacen y conforman la estructura
psíquica para la complacencia. Todas las sublimaciones y misticismos se hacen tan sólo
para justificar la existencia de lo que sentimos en el estado amoroso, y arrebatarle su
función de relación fraterna.
La actitud general de una madre o de un padre de complacer los deseos de sus hij@s
es fundamental para que crezcan desarrollando también su capacidad de complacencia y
de amar. Dicha actitud implica una confianza en la capacidad de amar de las criaturas
humanas y en que se pueden desarrollar de ese modo. En este contexto dar una orden es
una ofensa y una humillación, un atentado a la integridad y a la dignidad de sus hij@s, y
supone la desnaturalización de las relaciones entre madre-padre e hij@s.
Quiero precisar que el empleo del término ‘vía’ (vía de la complacencia o vía de la
autoridad) es porque efectivamente no se trata de actitudes concretas o puntuales, sino
de la actitud general que se desprende del estado amoroso, y de las relaciones dinámicas
que se establecen desde ese estado.
Si desde el principio una criatura ha sido tratada con actitud amorosa y
complaciente, su actitud general será también amorosa y complaciente; y a nadie se le
ocurre plantear las cosas en términos de órdenes y de obediencia; tales cosas ocurrirán
en el colegio, porque allí es otra cosa, no son relaciones desde los estados amorosos.
Si una criatura desde el principio es tratada con órdenes y sus deseos han sido
tratados como caprichos improcedentes, las cosas transcurren por otro camino diferente.
El camino de la guerra con l@s niñ@s, de los berrinches, de las pataletas, de los
chantajes, etc. Pero aquí lo que he observado es que quizá no a la primera, pero sí a la
segunda o a la tercera, la criatura humana es capaz de reaccionar y de situarse en la vía
de la confianza y de la complacencia, porque todavía no tiene demasiado atrofiada su
capacidad amatoria.
Lo que la situación actual esconde es que hay una falsa noción del amor. Lo que se
llama amor no es amor verdadero. En el estado amoroso a nadie se le ocurre dar
órdenes, sino hablar, explicar las cosas, aplicarse en la resolución de las decisiones con
mutuo mimo y cuidado, para conseguir lo mejor para el ser querido.
Detrás de la vía autoritaria hay una ignorancia de lo que es la criatura humana, una
ignorancia y una desconfianza en sus capacidades y cualidades.
¿Es posible entonces educar “sin poner límites”? ¿Por qué la mayoría de los padres
creen que es necesario “poner límites” a sus hij@s?
Los límites no tienen nada que ver con el tipo de relación entre las personas que se
encuentran dentro de esos límites. La complacencia se produce siempre dentro de unos
límites, de lo que es posible.
La cuestión no está en los límites (los límites se utilizan como excusa), sino en el
tipo de relación desde la que se abordan los límites, lo que podemos o no podemos
hacer. Los padres siguen la inercia social y desconocen la vía de la complacencia
porque nadie la practicó nunca con ell@s, y por ello no saben que existe ni saben cómo
son sus hij@s y de lo que son capaces. Desconocen la capacidad de amar, de
complacer, de entender, de tener iniciativas y de ser responsables de sus actos, es decir,
las cualidades de sus hij@s. Y tratándoles como si no tuvieran esas cualidades, como si
fueran egoístas, tontos, inútiles, irresponsables, etc., les atrofian y les hacen egoístas,
tontos, inútiles e irresponsables. Esto es lo que explica Ruth Benedict en su
Continuities and Discontinuities in cultural conditioning. Detrás de la supuesta
protección que damos a nuestr@s hij@s lo que se ejerce es una mutilación de sus
principales cualidades, un bloqueo de su desarrollo justo en el momento en el que
depende su formación. Este es uno de los aspectos más importante de ese magma
dogmático que sustenta nuestra sociedad basada en la dominación: no sabemos de que
están hechas las criaturas humanas.
La preguntas y el asombro que suscita mi afirmación de que ni mi madre ni mi
padre me dieron jamás una orden, ni grande ni pequeña, da la medida del dogma que
sustenta la dominación. ¡Si hasta la relación con la carne de mi carne tiene que ser de
imposición y de dominación, como no va a ser así en el resto de la sociedad¡ Y sin
embargo lo que tendría que ser difícil de creer sería lo contrario, que una madre o un
padre mantuvieran con sus hij@s una relación otra que no fuera la basada en la
complacencia.
En resumidas cuentas, cuando se ama a una persona se desea complacer sus deseos
para hacerla feliz. Y si esa persona también me ama, también desea complacer mis
deseos para hacerme feliz. La relación entre las dos personas es de mutua
complacencia, y en una relación de mutua complacencia las órdenes carecen de sentido.
Ciertamente la cuestión suscitada nos coloca en la frontera del dogma conceptual
básico de la dominación.
La Mimosa, marzo 2010

Educación y creatividad

Rito de paso: cada bebé con su canción

Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño.

Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito.

Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás. Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción.

Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción.
Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción. Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición.

En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción.

La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido.

No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado.

Texto de TOLBA PHANEM: MUJER, POETISA, AFRICANA, DEFENSORA DE LOS DERECHOS CIVILES DE LAS MUJERES AFRICANAS.

lunes, 13 de junio de 2011

Paco Ibañez - El Lobito Bueno - José Agustín Goytisolo

Antonio Berni creando Juanito Laguna

eso es salir, no nacer! - dice Yago...

PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


José Agustín Goytisolo

lunes, 16 de mayo de 2011

Rayuela

“La rayuela se juega con una piedrecita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”. Julio Cortázar

lunes, 11 de abril de 2011

Prólogo a Infancias

Desde que tengo memoria, siempre me ha gustado escuchar a mis padres contar su infancia. Cada uno venía de un mundo poderosamente codificado, pero estos mundos estaban a años luz uno del otro. El venía de una familia cosaca de Crimea. Sus relatos traían a la vez el viento cálido que acariciaba las viñas aplastadas por el sol al borde del Mar Negro, el grito de los lobos que desgarraba la nieve y el relincho de los caballos. Ella relataba un mundo cerrado casi por completo sobre sí mismo, aislado, seco y rígido, en el cual el destino de las mujeres se jugaba enteramente en torno del matrimonio: el de la gran burguesía francesa.
Y sin embargo ambos estaban ahí, juntos, costase lo que costase, a lo largo de los años. Papá y Mamá habían logrado la hazaña de encontrarse, quererse y cuidarse. Sus tres hijos –mis dos hermanos mayores y yo– estábamos ahí, entre ellos, intentando hallarnos entre esas dos familias poderosas. Una, por su presencia y las obligaciones –alegres o fastidiosas, según el caso– que nos imponía. Otra, poderosa por su ausencia y por la fuerte carga imaginaria que vehiculizaba. Era algo ligado a lo más íntimo de nosotros. Estos abuelos, tíos y tías cuyos rostros escrutábamos en las fotos eran indudablemente nuestra familia. Hablábamos poco de ellos, pero su secreta presencia nos pesaba, eran muy cercanos y sin embargo sabíamos que nunca los veríamos. En el caso de mi padre, ese "nunca más", ese dolor del exilio, era un jardín secreto. Era discreto en ese sufrimiento. No obstante, siempre percibí –y fue mi madre quien me sensibilizó por el inmenso respeto que le tenía– ese dolor anclado en su corazón. Trazaba su camino, recto, poderoso, estaba allí, pero en alguna parte íntima de su alma todavía sufría y estaba siempre jadeante por esa separación brutal de su tierra natal, de su lengua y de los suyos. En sus actos cotidianos, uno veía en ambos la marca del coraje que habían necesitado para ser ellos mismos.
En el folklore familiar, lo que más amaba era el relato de la llegada del cosaco Boris Dolto a la familia Marette. Me encantaba escucharla una y otra vez. Los detalles concernientes al criado a quien no se debía sorprender me hacían sentir la extrañeza de esas costumbres familiares tan distantes del estilo de vida y de las relaciones que nuestros padres habían elegido para la familia que habían fundado. Desde nuestro punto de vista de niños no sabíamos qué era más exótico: ¿los cosacos con las mesas cotidianas de treinta personas, o los burgueses franceses cuyos hijos no tenían derecho a hablar?
Antes de su casamiento, la vida de mamá había sido trágica y sus relaciones con su madre, apasionadas y dramáticas. La familia había atravesado la Gran Guerra, de la que salió muy resentida. Luego la hermana mayor de mamá murió en plena juventud, arrancada por un cáncer. Este duelo hundió a mi abuela en una depresión melancólica. Mi madre no se sentía amada, era el patito feo, imposible de casar. Era diferente y se lo hacían pagar caro. Tras una larga lucha conquistó el derecho a estudiar y a ser libre. Atravesó momentos de soledad espantosos. Esa parte de su vida me hacía llorar y desencadenaba en mí sentimientos de cólera hacia mi abuela que, como suele ocurrir, se había vuelto una abuela deliciosa, luego de haber sido una madre terrible. Mamá me ha enseñado mucho por su modo de tratar tiernamente a esa mujer a quien había perdonado todo gracias al psicoanálisis.
Durante todo ese período oscuro, así como a lo largo de toda su vida, su fe llegó a ser una fuente de fuerza y serenidad. De niña, le dejaba un lugar en su cama a su ángel guardián; más tarde se reivindicaría siempre como cristiana y ciudadana. Su religión estaba lejos de cualquier "buendiosería". Su fe era poderosa, abierta a todas las religiones y poco centrada en la práctica. Su rezo era libre. Para ella, Cristo era el "amo del deseo", y no el guardián de la moral. Publicó esa lectura del cristianismo en un libro que sorprendió al Vaticano: L’Evangile et la foi au risque de la psychanalyse.
Es esa infancia extraña y dolorosa la que se relata en este libro. Lo veo como una fuente de esperanza y confirma que siempre hay un camino. En 1986 se había decidido que ella escribiría un comentario para un libro de fotografías de niños de Alecio de Andrade, amigo maravilloso y maravilloso fotógrafo brasileño. Las fotografías estaban allí, magníficas, todos esperaban, pero mamá, cosa excepcional, no conseguía escribir. Un buen día pensé que podría ayudarla planteándole preguntas acerca de su propia infancia y fue así como nació este libro. Lamentablemente, el editor separó luego el texto de las fotografías que originalmente acompañaba. Contiene algunos errores de fechas que muestran ciertos retoques de la memoria; los hemos dejado pues no cambian nada ni en el fondo ni en la esencia. Más tarde, en los meses que precedieron su muerte, relató su vida más detalladamente en otro libro: Autoportrait d’une psychanalyste [Autorretrato de una psicoanalista]. Después de su muerte, hemos encontrado intacta toda su correspondencia familiar entre 1913 y 1938. Fue emocionante y asombroso leer esas numerosas cartas que confirmaban e ilustraban precisamente aquello que está escrito en Infancias y Autoportrait d’une psychanalyste. Constituye a su vez un sorprendente documento sociológico sobre la guerra del ‘14 y sobre la burguesía francesa. Esta correspondencia se publicó en 1991.
Algunos podrían asombrarse de que un psicoanalista muestre hasta ese punto las claves del enigma de su historia. Françoise Dolto pensaba que todo psicoanalista que escribiera y teorizara públicamente debería dar cuenta de su camino hacia la profesión de psicoanalista, puesto que este camino es inseparable de su práctica clínica y de su pensamiento teórico. En los escritos de sus comienzos se nos ve aparecer a nosotros, sus hijos, pues las anécdotas de las que éramos héroes servían de viñetas clínicas. Ella observaba todo, todo el tiempo, de una manera muy particular. Era una observación empática y afectiva en la cual comprometía toda su sensorialidad. A partir de sus observaciones, construía y retocaba sin cesar su obra teórica. Era pues inevitable que los pequeños sucesos de la vida cotidiana en su propia familia fueran para ella una fuente de reflexiones fecundas. Más tarde, después de haber perdido a su marido, volcaría sus meditaciones en otro libro punzante y poético: Solitude [Soledad], publicado por Gallimard. Como habitualmente revelaba lo esencial sin develar lo íntimo –ése era su "tour de force"–, nunca fue indecente.
Françoise Dolto –lo vemos bien en Infancias– fue una médica clínica precoz. Gracias al hecho de que observaba a su familia de esa manera, desde los cuatro años e incluso probablemente antes, pudo escapar a un destino funesto y colocar ese sufrimiento superado al servicio de los otros y en particular de los niños.
Desde muy joven decía que quería ser médica de educación, "¡Eso no existe!", decían los grandes, "Y bueno, habrá que inventarlo", respondía Françoise, alias Vava, segura de lo que decía. Tenía razón, ya que la sorprendente pequeña que encontrarán leyendo este libro movilizó mucho a su época. Junto con otros, rehabilitó el genio de la infancia y devolvió la dignidad a todos los pequeños que sufren. En Francia, gracias a un programa de radio en el cual respondía cartas de los padres –Lorsque l’enfant paraît [Cuando el niño aparece]–, y a través de esos libros que se dirigían al gran público, modificó totalmente la mirada que se arrojaba sobre los niños, en particular sobre los bebés, y las relaciones padres-hijos. Promovía una ética de la educación en la cual la responsabilidad reemplaza a la culpa. Sabía expresar el saber que le había aportado el psicoanálisis con palabras muy simples porque amaba compartir lo que había comprendido. Françoise Dolto consideraba que era parte de su deber de ciudadana ayudar a la sociedad a prevenir los sufrimientos psicoafectivos en los niños más que intentar curarlos una vez producido el mal. Prevenir era simple, decía ella, y es verdad. Esa dimensión de su trabajo la volvió muy popular y muchas generaciones fueron educadas por padres que seguían sus ideas. Al final de su vida, era amada como un miembro de la familia en muchos hogares franceses. Uno puede lamentar que frecuentemente se haya privilegiado ese aspecto de su personaje público para intentar hacer olvidar hasta qué punto su pensamiento era contestatario.
A menudo nos decía que si no hubiéramos sido sus hijos se habría sentido muy feliz de tenernos como amigos. Este libro en el que dialogamos es también el testimonio de una historia de amor entre una madre y su hija, ella y yo, que más allá de los vínculos de sangre tuvimos esa alegría de caminar en la vida, codo a codo, en la ternura.

Catherine Dolto

París, 23 de diciembre de 2000

sábado, 19 de marzo de 2011

Zoe en camino

Claudio Naranjo y El Parto

Yoga en Familia

martes, 22 febrero 2011
Un momento de relax en familia
La maestra Maica Martínez explica las claves del yoga en familia y cómo esta actividad ayuda a «compartir un tiempo en armonía» con los hijos
Ana Haro | 21/02/2011
isto 217 veces
«El niño va a entender que la concentración no es un castigo o que estar sentado, en silencio, escuchando los latidos de su corazón no es una penitencia», explica Maica Martínez, una argentina de padres españoles que llegó a Menorca buscando «un lugar donde sus hijos no crecieran como marcianos o como una molestia para los padres».
«Vivimos en un clima de tensión y competitividad permanente y los niños, que son esponjas, se contagian, y también están estresados», sentencia Martínez, que reconoce, que «es difícil criar a los hijos y está poco valorado», pero que «con esfuerzo se puede mejorar la situación».
Una de sus ideas para apaciguar este clima de tensión es el yoga en familia, que propone como «un modo de compartir tiempo de calidad con los hijos en busca de la armonía». Los niños pueden asistir con sus padres y madres -también con otros familiares como abuelos o tíos- a partir de los dos años de edad.
«Las primeras clases están más inquietos, porque ellos necesitan su tiempo para conocer el lugar, al profesor y sobre todo, para sentir que sus padres están relajados». En este proceso, Martínez recomienda la paciencia. «Tendemos a dar órdenes constantes a los niños y por eso, en estas clases, no se trata de educar ni programar sino de convivir unas horas desde la mirada del niño».
Entre los beneficios que destacan del yoga en familia se encuentran el sueño reparador y el aumento de la concentración, la flexibilidad o el equilibrio, tanto de los niños como de los adultos. «También se relajan porque en clase se divierten todos», añade la profesora que además de las ventajas físicas, subraya que esta actividad, refuerza los lazos afectivos y la confianza. Las clases de yoga en familia tendrán lugar cada sábado por la mañana a partir del día 12 de marzo, en el centro Ananda de Ciutadella y, afirma Martínez, están abiertas a todas las familias con hijos a partir de dos años de edad.

• Fotos


11-12-2010

Laura Gutman en el Instituto Poveda Parte1

domingo, 6 de febrero de 2011

CRECER EN CRISIS


Son las casi las dos de la madrugada de un domingo apacible
sin embargo no consigo conciliar el sueño, mi mente está agitada haciendo hueco entre devenir y porvenir.Mi hijo Yago está pasando la etapa de "rabietas", tiene tres años recién cumplidos y en el último tiempo ha empezado el cole, ha recibido una hermana, nos mudamos a un pueblo, de todo!!!...Una amiga me dijo con gracia(antes de saber que yo también sería mamá) que su hijo Camilo estaba atravesando la crisis de los dos años y que ésta duraba hasta los ocho!!!Cualquiera de nosotros seguramente se ha sorprendido con un niño tirado en el suelo en un mercado o enfadado en un parque gritando ante la actitud vergonzosa de los padres y la mirada juiciosa de los otros y hasta uno mismo! Admito que mis hijos son bastante discretos(además de ser lo mas lindo del mundo!)pero igualmente he experimentado la "sacada de quicio" en la cotidianidad. Supongo que me entenderán quienes atraviesan la fascinante travesía de convivir con un niño. Los que tenemos esta dicha y hemos acompañado ya ese proceso en un hijo, intuimos que la crisis de los dos años; el paso de bebé a niño, adolescencia primera y segunda muerte luego de la del nacimiento creo... vamos oliendo que como la vida va cada vez mas rápido y cada vez social y alienadamente le exigimos mas a los niños, esta crisis en breve se solapará con la pubertad, esa edad de bruscos cambios físicos, de la aparición de los fluidos nuevos, y en nada se acoplará con la adolescencia, tiempo de crisis por excelencia, ritmo vertiginoso, la muerte latente..Y si sobreviven mas o menos airosos a ese precipicio vital(como quien escribe)darán la bienvenida a esos años transitivos y vigorosos como cuando nos constituimos a fuerza de certezas y desencantos y fue entonces que llegamos dañados,pero no hundidos, a la crisis de los treinta!!! y ahí dejamos de verdad de ser adolescentes para ser jóvenes!Pero no por mucho,para el estado dejamos de ser jóvenes a los 35!(me lo dijo Uxue)Y en esta crisis demoledora se desvanecieron nuestras verdades que sólidamente habíamos edificado y sobrevivimos a la noche, al divorcio, a la profesión, a la explotación laboral y nos abrimos un destino entre estados alterados de inconsciencia...Puede que en ese tiempo nos hayamos constituido como nos pensamos,confiamos con garra en nuestra profesión, dimos algunos placeres, cumplimos promesas y elegimos... Formamos una pareja y cuando nos aburguesábamos plácidamente vinieron los hijos a proponernos un nuevo round...
Y los que vamos, entre golpe y golpe, manteniendo el tipo mientras, una vez mas, aniquilamos nuestras certezas apuntaladas con esmero y le pisamos los talones a los 40 tacos; nos vamos desayunando con que estamos en la mitad de la vida productiva y hasta ahora ay! mi madre!sólo hemos tenido contratos basura(si tuvimos) nos fundimos varias veces en emprendimientos personales, arriesgamos con amor la juventud en todos sus formatos...pero seguimos vivos(que no es poco) y despiertos! cada vez mas atentos: tenemos la suerte de ver crecer a nuestros hijos, de contemplar el sol, de sentir el viento, de bailar cada día, de gozar este pertenecer a la clase media en crisis del mundo occidental!!!...Así que antes de que nos llegue la crisis de los 50 con la menopausia y la andropausia(que no se distraigan los muchachos)y se junte luego con el critico descenso de la vejez sin privilegios ni derechos, sin jubilación, ni pensión ni viajes del imserso..Y ni hablar de la tierra!Se avecinan tiempos mas que desalmados!!!Tenemos tanto por hacer!!!Sugiero que sigamos deconstruyéndonos hoy que aún el mañana esta porvenir!!!Todavía podemos crecer en crisis...Como decía el gran Tato Bores: vermú con papas fritas y good show... que descansen bien!!!